Escapando de mis sueños

17.04.2023

La cama estaba caliente. La suavidad de mi acolchado me llegaba casi hasta la cara, es muy acogedor.

Tengo dos gatos: Rubí y Don Armando. Ellos duermen conmigo cada noche y ésta no fue la excepción. Ellos están ahí, cómo siempre pegados a mi lado, ronroneando. El ronroneo de un gato es muy relajante, imagínate el de dos. 

Es de mis primeras noches con un acolchado, apenas ha comenzado el otoño y, si bien me gusta el calor, paso muy bien estás noches de frío.

Pero algo no encaja. Veo un Parral de uvas y una bañera vieja. No puedo definir su ubicación, pero están ahí.

El lugar no me es del todo desconocido, conozco el parral, creo que es el fondo de la casa de mi abuela… o bueno, lo era hace muchos años. Ahora está bien distinto, mi tía a construído una casa ahí.

Pero la bañera, la cual ahora veo claramente en el fondo bajo el parral, no sé de dónde salió, ni qué hace ahí.

De repente, una sensación extraña recorre mi cuerpo y quiero escapar.

Necesito ir a un lugar seguro y el único lugar seguro que veo es esa bañera.

En mi mente no figuran ningún tipo de opciones lógicas, como correr a la calle, o a otro lado, la única opción es la bañera.

La lleno de agua y me sumerjo en ella. Actúo rápido, tratando de no ser atrapada. La bañera tiene un tubo, una salida grande, que lleva a otro lugar.

Me veo a mi misma, como si fuera una película, apunto de entrar por ese lugar y pienso: "¡No! qué estás haciendo!? Ese no es un buen plan. No sabes qué hay del otro lado, no entres ahí"

Pero mi mente pronuncia estas frases desesperanzada, sabiendo que de todos modos va a pasar, que de todos modos voy a entrar, ya estoy adentro.

Y llegan a mi mente imágenes (¿recuerdos?). Estoy caminando en la calle, o bueno, estoy en la calle, pero creo que no me muevo.

Veo a una señora a lo lejos, cruzando. Lleva una pollera larga, vieja. Pero no vieja porque esté desgastada, sino vieja porque es ropa que usaría mi abuela, incluso capaz mi bis abuela.

Y en ese momento entiendo, de forma completamente natural, como si ya lo supiera desde siempre. Ella está muerta, sólo yo puedo verla. Y, si bien no hay nadie más a mi lado, sé con certeza que nadie más que yo la vería.

Y, aunque parezca ilógico ahora cuando te lo cuento, en su momento todo cobró sentido.

Y no era la única que estaba ahí, ni la primera persona muerta que yo he visto. Era una de tantas.

Pero no sentí temor. Ella no estaba ahí para asustarme, ni para hacerme daño. Ella no estaba ahí por mí. Ella estaba ahí por ella, en su camino, en su mundo, completamente indiferente y alejada de mi mundo. Incluso es probable que ella no pudiera verme a mí, ¿o si?. Quién sabe… no se lo pregunté ni tengo intención de hacerlo si volvemos a coincidir. ¿Con qué propósito despejaría esa duda?

Era de día y estaba sobre una calle asfaltada, casi llegando a una curva. Conozco la calle, pero no logro saber donde estoy. Igualmente no me siento perdida, no siento la necesidad de saber dónde estoy.

Entonces mi mente me dice que siento demasiado, que veo demasiado y debo aprender a controlarlo, a manejarlo, a moverme con cuidado en este nuevo mundo, aunque mucho más antiguo que el mundo que ya conozco.

Ya he estado aquí y tienen la intención de enloquecerme de nuevo, pero estoy muy segura de que eso no pasará esta vez. Eso ya pasó, ya aprendí de ello, ya no necesito repetir esa lección. Sé lo que soy y lo que siento y estoy segura de ello. Debo aprender a manejarlo. Debo aprender a canalizar bien mi mente, encontrar mi equilibrio y pedir ayuda a quienes pueden ayudarme. Hoy es posible ello sin que traten de condenarte.

Y de nuevo esa sensación de que alguien me sigue. Veo una sombra, una sombra de una mano que trata de tomarme. No por el cuello o tocarme el hombro, cómo en las películas. Simplemente quiere llegar a mi e inmovilizarme.

Y no sé cómo impedirlo. Estoy en la cama, tapada casi hasta el cuello. Mi cama está muy tibia. Mis gatitos están ahí, pegaditos a mi. Sé que están los dos, uno junto al otro, a mi derecha. Pero por la posición en la que estaba, solo alcanzaba a verla a ella, a Rubí. Está despierta, pero no consigo ver a donde mira. Y a Don Armando no consigo verlo, solo siento que está sobre mi costado derecho, junto a Rubí. Pero estoy acostumbrada a eso, es muy negro, un hermoso y perfecto negro bien oscuro, parejo.

Quiero moverme y ahí está la mano, aparece por un costado. sobre mi pecho, sobre el acolchado. Quiero destaparme, pero no puedo. Quiero dar la vuelta pero no puedo moverme.

Entonces lo entiendo. Estoy en un sueño, en un sueño lúcido a partir de ahora. Entonces sé lo que debo hacer. Levanto mi mano y me golpeo, me doy un cachetazo. Pero mi mano está pesada y el aire es muy denso. Logro mover mi mano. Logro tocar mi cara. Pero con mucho esfuerzo, como si algo la quisiera detener.

Lo vuelvo a intentar una y mil veces. Mi mano cada vez pesa más y el aire es cada vez más pesado. Me cuesta mucho moverme, mover mi mano.

Decido no alejar mi mano de mi cara. Creyendo que si el trayecto es más corto podré darme algo más que una caricia.

Pero no, siempre es lo mismo. Mi mano pesa y el aire es denso, muy denso, me muevo en cámara lenta, aplicando todas mis fuerzas para hacerlo rápido, pero no puedo.Veo la sombra, la sombra me tapa, me inmoviliza. La sombra tiene una energía rara, desconocida, fea. No me gusta lo que siento, pero no llego a sentir miedo. Si desesperación, pero no miedo. Miro a mi derecha y la carita de Rubí me da esperanzas. Sé que me está cuidando, sé que ella también está haciendo fuerza para que me despierta, aunque ella tampoco se mueve.

Todo está quieto y yo trato de girar, pero mover mi cuerpo es mucho más difícil que mover sólo mi mano. Todo pesa mucho. Quiero despertar.

Y despierto, en el mismo lugar, en la misma posición y con la misma sensación. No necesité más de un segundo para caer en la cuenta de que no había despertado, seguía siendo un sueño. El aire se volvía cada vez más pesado y la sombra no se iba, seguí ahí inmovilizando todo mi cuerpo.

Entonces pensé que si gritaba y me escuchaban los vecinos ¿Qué es lo peor que podría pasar? A lo sumo iban a entrar, tirar la puerta abajo para poder ingresar a mi apartamento a socorrerme y eso, de por sí, era poco probable.

Entonces decidí gritar, gritar con todas mis fuerzas. Pero la misma fuerza que detenía mi mano, ahora aprieta mi garganta. Pero no de afuera, sino desde adentro. Hago fuerza con todo mi cuerpo, pero no sale una gota de aire, ni una gota de ruido. Todo sigue en silencio.

Vuelvo a tratar de girar, cayendo ya en la desesperación. Había intentado todo lo que sabía y nada daba resultado.

Me empecé a despertar una vez y otra y cada vez más rápido que la vez anterior, pero siempre despertaba en otro sueño, exactamente igual que el anterior.

¿Cuántos sueños más me falta atravesar para llegar a la realidad?

Entonces sentí la almohada tocar mi cara suavemente y mi cuerpo estaba húmedo. Ahora sentía el viento en mi cara, la ventana estaba apenas abierta.

El aire era fresco y liviano. Podía mover mi mano, podía tocar mi cara. Había despertado.

Mis gatos estaban ahí, a mi derecha, tan cansados como yo. Ronroneaba mucho y muy rápido y no se apartaban de mí lado. Ahora sí podía verlos a los dos porque podía levantar mi cara.

Decidí levantarme, necesitaba una ducha y despejar mi mente. Aún tenía dudas. Camino al baño me di un cachetazo y sí, estaba despierta.

Entonces le hablé a mis gatos y les dije que descansen. Se veían muy cansados. Ellos también tuvieron una noche complicada.

La ducha relajó mi cuerpo, pero eran las 4 de la mañana y la idea de tener que volver a dormir me inquietaba.

Me acosté de nuevo y ellos esta vez, se posicionaron a mi lado, uno en cada lado y se miraron fijamente a los ojos con complicidad, como si estuvieran trabajando en equipo, haciendo algo de lo que yo no estaba enterada. Me sentí cuidada, protegida y segura.

La escena fue tan inusual y tan bien coordinada que inmediatamente dudé si estaba soñando pero no, aún podía golpear mi cara, de mi garganta salía aire, salían palabras.

Entonces me dejé atrapar por el calor de mi acolchado de nuevo, segura entre mis gatos, mis guardianes del otro lado. Y cerré mis ojos, cayendo en un sueño profundo…

O quizá continuando soñando, quizá nunca desperté, pero al menos ahora me sentía bien, ahora podía moverme, podía hablar y elegí continuar soñando…


Si estás leyendo esto, entonces estoy despierta. O tú también estás dormido…

Shirley Galvez


¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar